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Capitulo I: Malas Juntas

El fuerte chirrido de la puerta de la taberna al ser abierta bastó para que todas las miradas de los que estaban en el interior del lugar se posaran sobre él. El lugar no era demasiado grande, contó nueve mesas, dispuestas de manera irregular por toda la sala, y un pequeño mostrador tras el cual se encontraba un chico joven, de pelo rojo, que se desperezaba al tiempo que servía unas cervezas.


Más de la mitad de las mesas estaban ocupadas, todas por personas que no parecían desentonar en lo absoluto con aquél lugar. No le costó demasiado identificar al grupo que estaba buscando. En una mesa, al fondo del establecimiento, cinco hombres formaban el que con seguridad era uno de los grupos mas heterogéneos que había visto desde hacía bastante tiempo. Claramente se trataba de gente con vidas muy distintas, pero que compartían un interés en común.

Mientras avanzaba en dirección a la mesa de aquellos hombres no pudo evitar sentirse incordiado por las miradas fijas del resto de quienes llenaban el lugar. De cualquier modo los comprendía, aquella gente probablemente había tenido oportunidad de ver a algunos de sus hermanos en el centro de la ciudad, y con seguridad todos conocían la orden y el tipo de labores complejas a los que se dedica, pero no dejaba de ser extraño que un miembro estuviera metido en aquél sitio.

No pudo evitar preguntarse cómo aquellos hombres habían elegido ese lugar especifico para reunirse. Quizás porque parecía el tipo de sitio donde nadie se mete en lo que no es su asunto. De cualquier modo, el olor mezcla de sudor, leña quemada, y orina que lo llenaba todo, no dificultaba pensar que seguramente habría nidos de rata en los que podrían tener este tipo de reuniones con mayor comodidad.

Finalmente, al llegar a la mesa echó un rápido repaso a los rostros de aquellos hombres. Pronto confirmó que no solo las ropas eran muestra de que todos dedicaban su vida formal a labores distintas. Las cicatrices y el sucio en el rostro de uno contrastaban enormemente con el fino y cuidado cutis de otro que trataba de ocultar un fino traje debajo de una túnica que pese a todo seguía siendo de muy buena calidad para aquella parte de la ciudad.

- Señores. -Dijo con voz gruesa y firme, mientras iba pasando su mirada de cara en cara.
- Debe ser usted Marcus. - Dijo el hombre que tenía aspecto de vivir en una gran mansión dentro del área mas acomodada de la ciudad. - Hemos estado esperando ansiosamente su llegada.
- Sí, moríamos de ganas por tener a uno de los perros falderos del archimago respirandonos en las caras. - Dijo el hombre de la cicatriz en la mejilla, tras lo que el primero en tomar la palabra le echó una mirada tajante que lo hizo voltear el rostro a otro lado.
- Le ruego que disculpe a mi amigo, tiene problemas para adaptarse a las  reglas fundamentales de la sociedad. - Dijo el aristócrata mientras tendía la mano a Marcus. - Mi nombre es Julius, y mis compañeros son Vivec, Nestor, Gabriel y Talfric. - Dijo mientras finalizaba señalando al atrevido nórdico.
- Comprendo. - Soltó con lentitud Marcus, mientras sostenía una mirada inquisitiva a su interlocutor. - Entiendo que puede ser difícil controlar cierto tipo de instintos. No espero demasiada cordialidad de vuestra parte. Sin embargo, como miembro de la orden, espero que la colaboración sea absoluta.
- Así será, mi buen caballero. - Dijo el hombre al que habían identificado como Gabriel. - Todos estamos interesados en acabar con este asunto tan pronto como nos sea posible.